En un mar de millones de personas quizás no te habría encontrado. Es que tal vez el lugar estaba demasiado oscuro para mis ojos lastimados y ciegos. Pero me encontraste. Vos a mi. Y una por una curaste y besaste mis heridas. Me sostuviste cada vez que tropecé y me cuidaste siempre que el aire dejó mis pulmones. Tuviste paciencia, incluso cuando no lo merecía. Te dejaste amarrar a este barco que tiene miedo de hundirse. Y el miedo nunca es bueno, el miedo es el que te hunde, el que te hace naufragar. Pero así, agarrando tu mano, el miedo ya no es tan grande. Ya no se siente tanto.
Todo eso lo hiciste en un parpadeo, sin vacilar ni dudarlo. Así que voy a quedarme acá sin dudarlo y tratar de ser suficiente para vos. Cuidándote de lejos y extrañándote con locura. Porque te amo. Hace treinta días  que lo hago y lo voy a hacer por treinta años más. 

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