Ella se presentó en mi vida una mañana de septiembre y anticipó con su llegada la primavera.
Envuelta en buenos augurios y con la alegría colgando del brazo, la ví y la quise desde el primer instante.
En otra época tal vez fue una princesa persa de delicada tez color canela y larga cabellera. Dura como el metal, cuando una idea se le mete en la cabeza, sale casi siempre con la suya recurriendo a recursos propios, ajenos o inventados.
Tiene ojos de pétalos oscuros en la noche y el mágico don de usar una mirada, para atravesar con mil agujas el cuerpo de quien la contradiga o provoque. Puede llover horas enteras de pura desilusión o simples ganas de hacerlo.
Cuando ríe con tanta dentadura, a mirarla y contagia en derredor sonrisas y algún que otro desvelo.
Se sabe bella, interesante, querida, inteligente. Al volver de la escuela, exultante de adolescencia llena y desborda todo el cielo, todo el mar, toda la casa se colma con su voz y presencia.
Por Fernanda Rodrigues
(mi mamá)
2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario