La caminata hasta la montaña y las risas, la tarde de basquet y las confesiones, el día que perdimos mi pelota favorita, la mañana que me regalaste un desayuno por aprobar matemática, las seis horas que te acompañé en el trabajo, cuando te ganaste a mi mamá, cuando bailaste con mi hermano, la navidad que pasamos, las galletas de la fortuna y las quejas sobre sus augurios, la noche que dijiste que era linda, mi clase de gimnasia a la que te colaste, la llamada a las siete a.m para que no tenga miedo cuando camine sola por la calle oscura, las veces que nos despertamos por un mensaje del otro, lo borracho que estabas en tu viaje de egresado y aún así te acordabas de mi. 
El amanecer, la botella de vodka y el beso. 
Tu "no puedo", mi enojo y mi llanto, tu "no llores"
El volver a hablar, la vez que decidimos intentarlo otra vez, la tarde en mi habitación cuando nadie habló, las cosas que no me contaste, la navidad que pasamos mientras yo estaba agarrada de otra mano, todas las conversaciones vacías. 
Y finalmente, la noche de los gritos. Cuando nos dimos cuenta que nada iba a hacer lo que fue, por el amanecer, el vodka y el beso. Por mi corazón destrozado y por lo que ya no eramos. 
El extrañar y después, el nada. 
Ahora, sintiendo que mi alma es mucho mas vieja, extraño lo que fuimos antes del amanecer. 
Volve. 
No te beso ni te exijo nada más que la amistad que teníamos y hasta te prometo que ni vos ni yo vamos a tener esos pensamientos donde estábamos seguros que eramos almas gemelas. 
Solo volve y seamos lo que eramos. 

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